sábado, 17 de febrero de 2007
Trabajar por amor
Si algo debe decirse de las personas que día a día invierten largas horas de su vida en El Tranvía, es que trabajan con un enorme sentido de amor al prójimo.
Desde la mañana, muy temprano, hombres y mujeres van llegando al humilde emplazamiento que el Hogar de Día El Tranvía tiene en la calle Avellaneda, muy cerca del complejo Centenario y a pocos metros de varias de las pequeñas villas que hay en toda la zona.
La tarea de preparar una comida nutritiva para los casi 150 niños y niñas que a diario comen en el comedor y la no menos desafiante tarea de ofrecer 350 viandas de comida para las familias que retiran el alimento de El Tranvía para comer en sus casas no es sencilla. Por varias razones.
En primer lugar, porque no resulta fácil conseguir la atención del Estado a la hora de cooperar con este empeño de servicio a los más frágiles de la sociedad. Y porque no es fácil tampoco generar un compromiso sostenido de instancias privadas para este fin.
En segundo lugar, porque se requieren muchos voluntarios y voluntarias para hacer las compras, para preparar los elementos, para cocinar, para mantener limpio el lugar, para poner las mesas, para servir, para juntar, para volver a limpiar...
Y finalmente, porque hay que tener un corazón fuerte para relacionarse con las historias de vida de las personas que se acercan al lugar. Historias de marginalidad, de violencia doméstica, de abusos, de enfermedad, de abandono, de falta de horizontes.
Desde El Tranvía se hace lo posible y lo imposible para responder, desde el plato de comida y desde la contención afectiva, a esas situaciones.
Y cada persona, desde el rol que ocupa, es importante para seguir alimentando esperanzas.
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