miércoles, 9 de abril de 2008

Carta a los hermanos y hermanas en el norte

Santiago 2:14 y 17

A mis queridos hermanos y hermanas de allá lejos:

El pasaje de Santiago, la fe de la que habla Santiago, la hemos podido ver a través de estos años de ofrendas para los niños y ancianos de El Tranvía.
La generosidad, continuidad y confianza de ustedes me hace muy pequeño ante nuestro Dios.
Hoy, con un poco de ayuda del Estado, otro poco de la comunidad y mucho de ustedes, nuestros niños se alimentan para una adolescencia muy dura que les tocará sobrellevar.
Todos los días tenemos 100 niños que vienen y 60 personas se llevan una vianda para su familia (aproximadamente 380 platos más). En total son 480 platos de comida al día.
Todos los chicos van al colegio y a través de mi experiencia personal les diré que todos son alegres, vivaces, llenos de esperanza.
Mi trabajo aquí es muy duro. Muchas veces me siento en el balcón de un segundo piso, a la mañana, desayunando, o a la noche, mirando las estrellas. Y veo, calle de por medio, en el balcón frente a mi, a niños y niñas de 11 a 13 años con entretenimientos perversos y macabros, fatales en algunos casos. La droga, el sexo, el alcohol los ponen fuera de sí.
En este imaginario balcón los veo caer, uno a uno. Algunos no se levantan más, pero la mayoría quedan lisiados, discapacitados intelectual y físicamente.
Los que logran restablecerse de esta simbólica caída de este segundo piso, completarán en dos o tres años lo que yo llamo “el círculo perverso”. De este supuesto balcón nacerá una relación entre una nena de 12 o 13 años con un varón de 13 o 14 años o de 30 o 40 años. Y se cierra el círculo con un hijo de ambos. Esta escena se repite, año tras año.

¿Tiene sentido el trabajo, la inversión de horas y horas y de recursos? ¿Vale la pena?

Mi respuesta es la siguiente:

1. Este proyecto fue muy orado y hablado con hermanos fieles hace 20 años. No nace de la improvisación sino de la convicción de estar respondiendo a una necesidad.
2. Al comenzar con el comedor había 100 niños y adultos, 13 de ellos afectados de tuberculosis. En la fecha ninguno sigue con esa afección. Es decir, la tarea ayuda a lograr algunos progresos en áreas sensibles como la salud.
3. El único y principal fin de esta obra es que conozcan a nuestro Señor Jesucristo. Y damos fe de algunos hermosos testimonios de vidas transformadas en estos años. “Por cada uno de estos pequeños míos… por mi lo hacen”, dijo nuestro Señor.

La obra es dura y a mi edad se hace pesada. Pero con la gracia de Dios y la solidaridad de hermanos y hermanas de lejos y de cerca, seguiremos adelante, con fe y esperanza.

Gracias por todo.

Carlos Alaguibe
Mar del Plata, 3 de abril de 2008